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—Esto es muy gordo, Ely, esta vez te has pasado, mucho, mucho…
—¡Pero, papá, yo…!
—¡Ni pero ni nada! La has liado y muy gorda… con el susto que le has dado a tu profesor.
—¡Pero, papá, eran muy pequeñitas!
—Hija, pequeñitas o grandes, el hombre está en el hospital por culpa de tu ocurrencia.
—¿Se va a poner bien? Siempre está gruñendo y renegando, pero no castiga mucho.
—¡Pues menos mal que no castiga mucho! Si llega a castigaros más… ¿de qué tamaño se las colocas?
—Pero papá… ¿se va a poner bien?
—Este curso ya no lo veis, pero sí, dicen los médicos que se va a recuperar. ¡Pero tú ya estás expulsada! ¡Otra vez! Y aquí no hay más colegios, donde demonios te voy a llevar ahora…
—¡Ah, no pasa nada! Tengo todas con sobresaliente… cuando nos trasladen de pueblo otra vez acabo lo que falta en el colegio nuevo ¿no? ¡Como será nuevo, no me conocen!
—¡Mira que lista mi niña! Ya está todo solucionado, ¡pues no, Ely, no funciona así la cosa!.
—¿No…?
—No, Ely, no, primero tienes que explicar todo lo que ha pasado a La Guardia Civil, y después voy a tener que pelearme con el dire de tu cole a ver si por lo menos te deja hacer los exámenes finales para pasar al siguiente curso. ¡Menuda papeleta!
—¿La Guardia Civil? Esos… ¿no son policías? Pero… si yo no he hecho nada…
—¡Te parece poco… dejar dos culebras en el cajón de Don Severino. ¡Ely, qué ha sufrido un infarto con el susto!
—Pero, papá si eran muy pequeñitas y graciosas… ¿tú sabes que han hecho con ellas? ¿Están bien?
—¡Qué si están bien…! ¡Madre mía, que voy a hacer contigo, hija! ¡Qué si están bien las bichas…! ¿Esa es tu preocupación?
—Claro, papá… ¿a qué me vas a ayudar a rescatarlas? ¡A qué sí! ¡Pobrecitas, estarán muy asustadas!
—Sí, hija, sí… muy asustadas. En fin… vamos a ver como solucionamos esto, anda vamos, tenemos que decírselo a tu madre. ¡Buena se va a poner!
Elysa