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Llevo horas charlando con San Pedro, es un tipo muy
tozudo, no hay manera de convencerlo de que no tengo ni idea de porque se ha
caído el Cielo. Desde que ocurrió, la ciudad es un caos. Es difícil
distinguir a los vivos de los espíritus,
apenas se diferencian, y es tanto el lío que no sé como actuar.
San Pedro me ha contado que estaba cerrando las
puertas cuando sin querer activó un botón que nunca había reconocido, no tuvo
tiempo de nada, lo siguiente que recuerda es encontrarse vagabundeando por las
calles llenas de gente asustada. El pobre está acobardado al pensar que cuando
se entere Dios lo va a despedir del cargo, aunque tiene claro que desde que automatizaron
las puertas ya le quedaba poco allí.
Intento distraerlo con vaguedades, mientras pienso
como voy a contarle, que fui yo quien convenció a Dios para que modernizara la
entrada al Cielo.