Seguidores

miércoles, 31 de octubre de 2012

Diario de Julia: Halloween

Imagen de Google



He decidido salir a matar, creo que me merezco un pequeño capricho, al fin y al cabo es Halloween.
Recorro las calles envuelta en el ambiente festivo, aquí y allá grupos de personas disfrazados para la ocasión se dirigen a las fiestas que se han organizado por toda la ciudad.
Sonrío, no necesito ocultarme, soy bastante fea y me gusta vestir de negro, si alguien se fija en mí, probablemente pensará que llevo un buen disfraz de bruja.
Camino buscando una victima, necesito sentir el cosquilleo que me lleve hasta ella, sé que en algún momento aparecerá.
La luna llena ilumina todo creando un ambiente adecuado a la celebración. La voz dura y desagradable me hace girar, al fondo de la calle un tipo vestido de Drácula zarandea con dureza a una pequeña figura disfrazada de Vampira. El hombre da una fuerte bofetada a la mujer, acaba de asegurarse el siguiente puesto en mi lista de asesinatos.
La vampiresa corre cegada por sus lagrimas, se pierde entre la multitud, el espécimen camina mascullando unas palabras, anda ligeramente bamboleante. Mi mano acaricia posesivamente el cuchillo dentro del bolso, ¡Dios! ¡Qué bien me siento! Todo se está conjugando para que mi celebración sea perfecta.
 El individuo se aleja del bullicio, deja atrás la calle principal y enfila hacia los callejones del barrio antiguo. Se tambalea, ha tropezado con su ridícula capa y la recoge entre sus brazos, ardo en deseos de hundirle mi arma, pero me contengo, todavía pueden verme. No importa, cuanto más dura esta persecución, más placer me proporciona.
Cada vez está más oscuro, la estrechez de las calles impide que la claridad de la Luna llegue hasta nosotros. El muy imbécil sigue murmurando, no entiendo nada de lo que dice. ¡Mierda!, exclama, ya me he vuelto a equivocar. Se ha metido en un callejón sin salida, y cuando se vuelve, ahí estoy yo. ¿Qué hay guapa?, masculla. Este tío es idiota, sonríe como un tonto cuando aparece mi cuchillo y sigue sonriendo cuando se lo clavo en el pecho. No he buscado su corazón, no, quiero que dure un tiempo, su cara adquiere una expresión de incredulidad y como el moribundo que ya es, solo alcanza a decir: anda pero si no es de pega, me has matado. Definitivamente este Vampiro es un cretino que no merece más tiempo y acabo por arrastrar con fuerza la empuñadura hasta llegar a la altura de su corazón. Lo veo caer como una marioneta a la que han cortado los hilos, y queda tendido sobre su capa, del mismo color que la sangre que ya se desliza hacia la cloaca. Algo llama mi atención en su boca abierta, la risa me surge espontánea, ya tengo souvenir de esta noche: sus dientes de falso vampiro.
 Me fundo con la oscuridad mientras emprendo el regreso a casa.  ¡Feliz noche de Halloween!

martes, 30 de octubre de 2012

Invitada en La charca de las ranas

Imagen de la red





Hoy estoy invitada en el blog de Mar: La charca de las ranas, con mi micro “La nueva”. Si os apetece leerlo podéis pinchar en este enlace y os llevará allí.

¡Gracias, Mar!

martes, 23 de octubre de 2012

Una de boda

Ilustración regalo del blog Solamente Lechuga  ¡¡¡¡Gracias!!!!



Entonces ¿esto es lo único que le devuelve Hacienda?
Sí, 19,95 euros, es todo lo que le corresponde…
Pero… no entiendo, cómo es posible… con el sueldo que tenemos, lo que le retienen y dos personas a su cargo…
Pero es que ustedes no están casados y por tanto a usted no se la considera y de su hija, puede declarar la mitad.
¿La mitad? Ni que nuestra hija fuera un mueble…
No, señora, no se lo tome así…
Y cómo quiere que me lo tome, mi marido cobra un sueldo que hace tiempo que no alcanza y a pesar de todo lo que le retienen solo nos devuelven 19,95 euros, ¡pues no entiendo nada!
Si me permite un consejo… ¿Por qué no se casan? Así el año que viene la devolución sería la que estipula la ley y no se llevarían estas sorpresas.
¿Casarnos…? Entonces eso que dicen que todos somos iguales, la opción de elegir como vivir, y bla, bla, bla… es mentira ¿no? Por lo menos para Hacienda.
No sé que decirle, señora, pero no está en mi mano. Es la única posibilidad que veo, al fin y al cabo ¿cuánto me han dicho que llevan conviviendo?
Treinta años…
No sé, mire, yo he vivido unos años con mi pareja, pero cuando nació nuestro hijo nos casamos por lo civil, nos dimos cuenta que fiscalmente era lo más ventajoso.
O sea que no hay más narices que casarnos, ¡me da una rabia! Está bien, empezaré a mover papeles.
Mujer, después de treinta años…, consuélese pensando que el año que viene Hacienda les devolverá unos cientos de euros, eso sí, si se casan antes de que acabe este año.
¡Venga, encima con prisas, a casarse! Pero pienso decirle al juez que corresponda, que las palabras sean estas: Lo que Hacienda ha unido que no lo separe nadie. ¡Jolín! Después de tantos años tener que pasar ahora por todo este rollo…



 
Pues eso, que me casan, que dentro de dos días dejaré de ser soltera y oveja descarriada. Y no, no va a haber fotos ni nada de eso. Espero convencer al funcionario que nos corresponda que la cosa sea rapidita y sin tonterías varias. De testigos, nuestra hija y algún amigo que pillemos libre. Y sí, ya lo sé, que treinta años para pensarlo es tiempo, pero por unas cosas u otras se nos iba despistando.

martes, 16 de octubre de 2012

En compañía



Ahora que todo está más tranquilo hago repaso de como llegué aquí y no deja de sorprenderme lo que aconteció.
Vivía en el mismo edificio donde nací, donde vivieron mis padres y mis abuelos, una existencia más bien solitaria y anodina. Apenas me relacionaba con mis vecinos pese a que nos conocíamos de toda la vida, soy muy tímido y me cuesta alternar. Mientras existió mi madre pude conocer muchos de los acontecimientos que se producían en la vecindad, cuando murió apenas me advertía ecos del mundo exterior. Entre semana me limitaba a mi trabajo, los domingos desayunaba en el bar de la esquina, leía el periódico y durante la tarde vegetaba frente al televisor.
Todo se rompió el día que me despidieron, atónito sentí como mi mundo se fragmentaba en mil pedazos. Angustiado, fui incapaz de encontrar una manera de recomponerlo, por eso sin pensar me encaminé a mi casa, pero no paré, seguí subiendo hasta alcanzar la azotea y contemplar, con fascinación lo lejos que estaba la calzada.
Lo que menos me esperaba era escuchar aquellas palabras que surgieron a mi espalda: Si estás pensando en tirarte, ¡te esperas! Yo estoy antes y no pienso permitir que seas el primero… Fue tal el sobresalto que casi me caigo al vacío, allí estaba Martita, la hija de la antigua portera. Hacia tiempo que no la veía, seguía igual, con aquella mirada huidiza y la misma forma de hundir la cabeza entre los hombros. Sabía por doña Rosita, la del cuarto C, que hacía poco que su madre había fallecido y pronto sería desalojada de la minúscula buhardilla. Quizás por eso no me sorprendió su ultimátum.
No sé como ocurrió, ni donde encontré el valor, pero mirándola directamente a los ojos inicié una conversación, al principio sin sentido, después intentando captar su atención y al cabo de un largo rato allí estábamos, los dos sentados en el suelo charlando sin parar. No recuerdo cuanto tiempo transcurrió, tal vez horas. Hablamos de muchas cosas, de anhelos, de todo lo que queríamos hacer y no éramos capaces de obtener. Sí, muchas horas, hasta que nuestras manos se unieron y sin hablar llegamos a la misma decisión.
Desde entonces habitamos en la buhardilla, somos bastante felices, de vez en cuando alguno de nuestros vecinos se acerca por aquí. Martita y yo intentamos que se queden un rato, pero siempre salen despavoridos escaleras abajo gritando palabras desconcertantes sobre unos espíritus que quieren poseerlos.





Con este texto participo en el libro “Historias de portería” de La Esfera Cultural. También he recibido la grata sorpresa de escucharlo narrado por La Voz Silenciosa. Os dejo el enlace por si queréis escucharlo: Aquí

martes, 9 de octubre de 2012

Historia del viento de otoño

Imagen del blog "esta noche te cuento"



Cuentan que cuando sopla el viento de otoño, desde el mar se oye la voz. Es entonces cuando las mujeres del lugar atan con cadenas y candados a sus hombres. Tan vehemente es el canto, que todos los varones que se encuentran cerca de su influjo se vuelven locos de pasión. Ciegos y sordos a todo lo que no sea el llanto herido de ella, se lanzan sin pensar al mar. Pocos subsisten en las frías aguas, angustiados por encontrarla son incapaces de volver a tierra.
Él acudió atraído por las historias que hablaban de la mujer envuelta en llantos de ausencia. Por mucho que preguntó nadie supo decirle donde encontrarla, por eso esperó sentado en la playa, la paciencia era su única compañía.
Dice la leyenda que ahora es él quien llama y cuenta a todo aquel que quiera escuchar su diálogo insensato, que la está buscando, que la esperará mientras conserve la vida. Sabe que en algún momento ella volverá, con el fruto maduro que engendró en su vientre.