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Todas las mañanas, Pingüino y yo, a la hora del desayuno
tenemos por costumbre sentarnos en la mesita que está pegada a la ventana. Comenzamos
el día mirando la calle mientras conversamos.
Desde hace un tiempo Pingüino está muy circunspecto y todas
nuestras charlas giran alrededor del mismo tema. Ha decidido irse con sus
congéneres, dice que lo que observa cada vez le gusta menos.
He intentado convencerlo para que no tome esa decisión, pero
me temo que día a día me voy quedando sin argumentos. Le cuesta entender, que
muchos pasen apuros, para alimentar a sus hijos, mientras otros nadan en la
abundancia. Le cuesta entender, que otros tantos no tengan un techo sobre sus
cabezas, cuando existen miles de edificios que están vacíos. Le cuestan
entender, que para educarse haya que
tener dinero. Le cuesta entender, que habiendo tanta gente preparada para curar
la enfermedad, existan leyes que impiden que otros seres accedan a ellos.
Le cuesta entender, tantas cosas…, pero lo que menos
comprende es por qué me limito a criticar mirando desde mi ventana sin hacer
nada, por eso ha decidido que no merece la pena continuar conmigo y se vuelve
con los suyos, que aunque irracionales, tienen unas reglas sencillas y claras
que siempre cumplen.
¿Con quién miraré por la ventana todas las mañanas?