Mi amiga Sonia y yo estamos muy ocupadas, no solo
tenemos que estar atentas a las clases, además tenemos que vigilar a la
Jenifer. Hemos trazado un plan para
conseguir nuestro propósito. Siempre alguna de nosotras está cerca de
ella, en el recreo cuando nadie nos ve le quitamos el bocadillo, aunque
tengamos que darle fuerte en las manos. Por las tardes nos ofrecemos para ir a
su casa y hacer los deberes con ella, de esa manera la tenemos controlada. Su
madre no sospecha nada y encima está muy contenta porque su hija lleva amiguitas a casa. Cuando
nos trae la merienda, esperamos hasta que se marcha y nos la zampamos entre
Sonia y yo. Jenifer nos odia, lo sé, pero me da igual. Está cada vez más
delgada, pero no vamos a parar hasta que tenga menos culo. Sonia dice que está
cansada, yo la animo diciéndole que ya queda poco, dentro de nada lo conseguiremos
y nos sentaremos cómodamente en el colegio.
No se nos ocurre otra manera, cada vez somos más
alumnos por aula y no hay dinero para comprar mobiliario. Compartir mesa y la
misma silla con un culo tan gordo como el de la Jeni, es un suplicio.
Con
este micro participo en la Primavera de Microrrelatos Indignados 2013.
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