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—Bien, vamos a hablar, esto no puede seguir así…
—De acuerdo ningún problema, pero… no sería mejor que eligieras un paisaje menos espeluznante que este…
—¿No te gusta? Creo que le va muy bien a tu carácter…
—Mujer, eso de que nos tengas sentados en estos cómodos sillones frente a frente y rodeados de toda esta escena apocalíptica, no sé, no me predispone a una conversación entre amigos.
—Tú y yo no somos amigos… pero bien, cambio el escenario, ¿te gusta más este?
—Mejor, sí, mucho mejor, aunque resulta un bosque un tanto tenebroso…
—¡Se queda así! Como personaje eres muy molesto y lúgubre, no puedo crear otro escenario para esta conversación…
—Mujer, si soy así es culpa tuya, yo no lo pedí, tú me imaginaste con toda esta maldad ¿te has preguntado por qué?
—Esa no es la cuestión por la que he creado esta conversación, estamos aquí por tu impertinencia y obsesiva manera de inmiscuirte en todos mis relatos, ¡tiene que acabar!
—Jajaja, ¡esta es buena! Yo soy tu creación y me manejas a tu antojo, voy y vengo como quieres, mato de la manera que tú decides y siempre acabo lleno de sangre de arriba abajo.
—¡Exacto, ese es tu rol! Te imaginé para un cuento sobre psicópatas, nada más, desde entonces te cuelas en todo lo que escribo creando una atmósfera que me está encasillando, por tanto tienes que desaparecer…
—¡Difícil lo veo, guapa! El mundo que te rodea en la realidad no es que sea un lugar muy agradable en estos momentos. Si analizamos…
—¡Déjate de psicologías baratas! Yo escribo, yo decido y tú desapareces…
—Jajaja, ¿estás segura…?
—Absolutamente, es mi privilegio…
—Entonces… ¿qué hace este hermoso cuchillo en mi mano…?