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No puedo
entender este misterio, yo estaba durmiendo en mi tumbona playera tan tranquilo
y ahora contemplo este paisaje otoñal.
Una idea se
cuela en mi mente, no quiero hacerle mucho caso, pero creo que mi esposa tiene
algo que ver con este enigma. Últimamente ha estado muy activa, participando en
reuniones con sus amigas, algo sobre magia, estudio de las emociones y cosas de
esas raras. Hace poco me encontré un vaso de cristal boca abajo en el
congelador, dentro tenía una foto de mujer, cuando le pregunté el motivo de
semejante desatino, me contestó con evasivas.
Mi matrimonio
no funciona, pero mi dejadez es tanta que no seré yo el que haga algo. Sospecho
que ha sido ella la que me ha traído aquí, algo se removió en mi interior
cuando la sorprendí calentando aquel trozo de plomo en nuestra cocina, eso no
es muy normal.
Soy incapaz
de moverme, a mi espalda sólo consigo ver una extraña oscuridad, es líquida, muy negra, como si estuviera viva;
por nada del mundo me acercaría a ella. No me atrevo a caminar, no hay nada
para orientarse, y estos árboles tan faltos de vida se mueven, estoy seguro, un
par de veces por el rabillo del ojo lo he notado. Apenas consigo respirar,
tengo miedo, el silencio es opresivo, nada se oye; ni siquiera el susurro de
mis sandalias sobre las rojizas y resecas hojas que pueblan el camino. Los
latidos de mi corazón desbocado, resuenan de tal manera en mi cabeza que siento
que todo el bosque los oye. ¡No aguanto más, sé que voy a gritar!
—¡Mónicaaaaaa,
sácame de aquíííííí!
***
Las dos
mujeres charlan animadamente en el luminoso salón. Contemplan desde sus blancas
butacas la playa que se divisa a través de la amplia terraza.
—¿Estás
contenta en nuestro grupo Mónica?
—Por supuesto,
Mara, pertenecer a este círculo tan especial ha abierto mi vida a un mundo de
insospechadas posibilidades.
—Me alegro, y
te felicito por el buen gusto con que has decorado este apartamento, aunque…
—¿Qué pasa
Mara? Dime…
—Esa fotografía,
no sé, encuentro que no cuadra con este ambiente tan veraniego, es tan… otoñal.
—No te
preocupes, estoy haciendo uno de los trabajos de magia que me habéis enseñado,
en un par de días me desharé de ella.
—¡Mujer, no
hace falta que la tires! ¿No es tu marido? Parece estar gritando.
—Sí, es él, y
esa instantánea es mi regreso a la libertad.
—¡Ah, ya
comprendo…!
Ambas amigas
giran su vista hacia la claridad del día, mientras una sonrisa de complicidad
se instala en sus labios.