Imagen de Google
La mujer que me mira desde el espejo está calva, ha perdido el pelo de las cejas y la luz de la mirada. Sus ojos muestran el pozo hondo y sin final en el que cae su espíritu y el rictus de su boca es el dibujo fiel del dolor.
Se nombra con mi mismo nombre, quiere mis cabellos y el brillo de la voluntad con el que aún presento batalla. Me susurra palabras que hablan de descanso, de ceder, dejarse llevar, rendirse.
¡No!, no es hoy el día, todavía no es el momento. Detrás de mí canta la vida y aún tengo ansias de bailar con ella.
Empaño con mi aliento la imagen cautiva, ella desaparece, yo permanezco.