Dice un buen amigo mío que así no se potencia el transporte público. Pero aquel día la manera de correr del conductor me inspiró esto.
Me equivoqué de autobús. Lo cierto es que en ese día todo parecía estar en mi contra, llegué tarde al trabajo, discutí con mi jefe, me olvidé de comprar el encargo de mi mujer, y en las prisas por llegar a tiempo a casa no miré el número de la línea.
La actitud del conductor debería haberme sorprendido, tanta solicitud y cortesía no eran las habituales.
—Buenas noches, póngase cómodo, al fondo tiene un buen asiento, encantado de que viaje con nosotros.
Era la primera vez que me trataban así en el autobús. Realmente sorprendido me dirigí hacia el interior del vehiculo y mi extrañeza fue mayor, una hermosa mujer de grandes ojos me señaló el asiento contiguo al suyo, invitándome con coquetería a ocuparlo.
—Hola guapetón, siéntate a mi lado, así el viaje será menos aburrido —dijo, su mano de largas uñas pintadas de rojo se posaba sin disimulo en mi entrepierna.
Sentí como un intenso calor se instalaba en mi cara, en un vano intento de disimular mi incomodidad, me concentré en mirar por la ventanilla, pero nada pude ver, todo estaba oscuro, demasiado, era muy extraño.
Creo que en ese momento adquirí conciencia de que algo no estaba bien, giré mi vista hacia el fondo y lo que vi me produjo escalofríos.
El asiento posterior estaba ocupado por un personaje disfrazado de payaso, pero algo en su pose indicaba que su cuerpo había sido seriamente vapuleado, para ser sincero me dio la impresión de que un camión había decidido jugar al ping-pong con él, aunque comparado con su compañera de viaje estaba relativamente presentable, la pobre anciana presentaba un terrible corte en su cuello y sus intentos de mantener una conversación con el payaso terminaban en un inquietante escape de sonidos ininteligibles. En ese instante mis pensamientos eran ya un caos, contemplé al resto de los pasajeros, parecían tan normales como yo, excepto quizás una delicada joven que ocupaba uno de los últimos asientos del autobús, parecía realmente abatida y su vestimenta que me recordaba a un camisón de dormir, no era la más adecuada para esa época del año.
La mujer morena seguía con su mano en el mismo lugar, yo estaba tan asustado que me levanté y me dirigí al conductor queriendo aparentar una seguridad que en mi interior no existía.
—Perdone, pero he debido equivocarme de autobús, me gustaría bajarme en la próxima parada.
—Ja,ja,ja, gracioso el amigo, usted era mi última recogida, ya he cumplido mi cupo y vuelvo a mi base —dijo esto con un tono burlón, nada que ver con la cordial bienvenida que me había dispensado cuando subí.
—Vamos hombre, no creo que le suponga ningún problema, abra la puerta y en un segundo me bajo.
—Amigo, ya le he dicho que no hay más paradas, de aquí no se baja nadie — exclamó con un matiz realmente malévolo, yo sentía que mi poca paciencia se estaba acabando.
—Bueno, por lo menos digame en que línea me he subido, así sabré como volver a casa, eso si puede hacerlo ¿no?
—Eres un tipo realmente molesto, pero... ¿no es evidente en que línea viajas?
—Pues no, no me he fijado, llevaba prisa...
—¡Mala suerte!, ya no puedes enmendar el error, mi última parada es...El Infierno.
18 comentarios:
¡Uf! No te lo creerás, Elysa.
Aún estoy impactada por la tremenda sensación de angustia con la que me he levantado esta mañana. La culpable: Una pesadilla tan parecida a tu relato que me ha dejado alucinada.
Espeluznante!!
Un abrazo.
Uff que mala baba. Espero no tomar ese autobus nunca.
Genial tu relato. Mantiene la intriga hasta el final.
Besos y feliz semana
Me sorprende la originalidad de este relato.
¡Gracias por transportar nuestras imaginaciones públicamente!
Ely, una línea bastante siniestra!!!
Buen relato, amiga.
Besos mil
L;)
¡Qué mal rollo, Eli!
Y aún daría más repelús si se terminara con la pregunta: "¿No es evidente en qué línea viajas?" Y fin.
Eso creo. La imaginación del que lee siempre tendrá la peor respuesta. O su propia respuesta, cada cual la suya, la peor que se le pueda ocurrir.....
Besos mil!
Bueno, algún día tendremos que subir en él.
No se va a escapar nadie.
Aunque acojona eh...
Besos.
Elysa, leerlo la primera vez fue satisfactorio. Leerlo hoy ha sido un placer. Es bueno releer a los buenos.
Está genial, y creo que efectivamente, el bonobus no existe.
Me das miedo, menos mal que ya habéis apagado las hogueras.
Ji, ji.... es buenísimo...seguro que alguien se lo había cargado y el tío no era consciente... je, je... no, no estaba allí por casualidad, estaba con todas las de la ley... lo sé porque lo vi todo, juas, juas...
Bss...
NO hacen falta autobuses para ir al infierno.
Está por todas partes si te descuidas.
Pero lo has contado muy bien .
Muchos besos.
Dios mio de mi vida... no creo que me suba a un autobús en muchiiiiiiiiiiiisimo tiempo, jajajaja... qué angustia, que relato tan buenísimo... pero repito, qué angustia por favor!!!!!!!!!!!!
(no se si ha quedado claro... QUE ANGUSTIA!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!)
un beso enooooorme
Este autobús es como aquel metro que salía en Ghost en el que viajaban los muertos.
Me lo estaba imaginando.
¡Todos al infierno!¡Por malos!
:-)
Besos.
¡Dios! Y a mí que lo que me daba mal rollo hasta ahora era el metro, con la gente con mirada perdida, personas que no se duchan lo suficiente y multitudes sin sentimientos... ¿Y ahora qué? También me va a dar miedo el autobús...
Genial el relato.
Un besote
La frase final me ha dejado K.O.
Y me ha recordado a una peli como de terror...aunque no sé si en esa peli ya estamos (solo hay que escuchar las noticias).
Un saludo.
Para mí tu relato describe el escalofrío que muchas veces produce la vida cotidiana.
O dicho de otro modo: El infierno anda vestido de ciudad y algunas mañanas la realidad se estampa contra nuestros ojos.
Un abrazo
Me ha encantado este relato. Produce cierto incómodo desasosiego...
Besos, Elysa!
Inquietante el autobus, madame.
Menos mal que he viajado en tren esta ultima vez, porque menuda aprensión me iba a dar coger un autobus!
Bisous
Muy divertido éste autobús de la muerte y tocaste nervio en quienes creen en el infierno.
En lo personal prefiero ser reciclado a un tipo de vida más allá de toda vulnerabilidad corpórea y pertenecer a una especie más armoniosa, de no ser así aunque sea irme a Hawaii.
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